lunes, 8 de mayo de 2023

Entre maestros: Remembranzas añejas de Simón José Antonio



(Guion de José Urbina Pimentel)

2022

 

 

     Guion con sentido histórico para teatro estudiantil, que describe entre recuerdos de Andrés Bello y Simón Rodríguez,  momentos de la vida y acción de Simón Bolívar a través de una hipotética y amena platica que se realiza entre ellos, en uno de los dos viajes a Chile efectuados por Rodríguez, que ciertamente se produjeron.

     Se recomienda simular la época con los actores ataviados de camisa y lazo, proponiendo uso de sombrero, bastón y libros de portadas oscuras.

     Para el escenario, se sugieren dos sillas y de igual manera, una mesa pequeña cubierta con un mantel y candelabro, sobre la cual se coloquen unas tazas que simulen estar, compartiéndose un café.

 

 

 

 

 

 

 

Narrador: Corre el año de 1837. Hace casi una década desde que el insigne poeta venezolano Andrés Bello se radicó en Santiago de Chile, cuando en 1829 llegó al puerto de Valparaíso procedente de Inglaterra, para dirigirse a Santiago, donde sus contactos con chilenos en Europa, le aseguraban una carrera como educador. Había salido de Caracas hacia Londres en 1810, a cumplir compromisos de la causa independentista, en una misión encargada de buscar  apoyo económico y militar para la guerra que estaba por estallar. En este viaje, del que nunca regresó a Venezuela, iba acompañado por Simón Bolívar.

Allí, en la capital inglesa vivió casi por veinte años, donde desarrolló una amplia actividad intelectual, la cual continuó en Chile, país en el cual era ya un respetado e importante ciudadano por sus innegables aportes a la sociedad; como Rector del Colegio de Santiago, dirigiendo periódicos y desempeñándose como jurista, pero sobre todo al ser el fundador y primer Rector de la Universidad de Chile, y por redactar el Código Civil chileno, esto ultimo gracias sus grandes conocimientos de la jurisprudencia, a pesar de no haber culminado sus estudios de Derecho en la Pontificia Universidad de Caracas, al igual que los de Medicina, que de manera paralela había cursado.

 Una tarde cualquiera del frio otoño de las regiones australes, recibe en su casa la visita de Rodríguez, con quien ya tres años atrás, también en una oportunidad en la cual se instaló en Chile para ejercer la dirección de un colegio, se habían reunido. En esta oportunidad, llega a Chile por motivos de publicación de sus libros. Estaba el viejo maestro Simón  próximo a cumplir 70 años de edad, cansado de un largo recorrer el mundo, por Europa y Sudamérica, desde los años en que tomó el seudónimo de Samuel Robinson, como símbolo de rebeldía libertaria. Por su parte, Andrés, era más joven apenas superando los cincuenta años.

Ambos tenían en común el haber sido preceptores de Bolívar, sus maestros particulares, en su infancia y adolescencia, influyendo determinantemente los dos en sus inquietudes intelectuales.

          Luego de un fraterno abrazo, sentados, uno al lado del otro, en el corredor de la añeja casona, dialogan sobre si mismos, para poco a poco, rememorar el pasado, evocando a Simón, el líder de la independencia sudamericana, muerto en Colombia siete años antes.

 

Andrés: Como pasa el tiempo. Ya tres años desde que viniste a dirigir un Colegio.

 

Simón: Si, bonita experiencia, pero no continúe, y me regresé a Perú. Me enteré que tu si continuas en tu Colegio.

 

Andrés: Bueno, sigo siendo el  Rector, aunque pronto lo dejaré para laborar como diplomático, ya que me dieron la nacionalidad chilena.

 

Simón: Tú eres muy formal. Que lo diga yo, que he sido un trotamundos, sin realmente un techo fijo.

 

Andrés: Bueno, claro ese espíritu inquieto lo mostrabas en aquellos años, cuando coincidíamos en la casa de los Palacio, para tutoriar a Simón.

 

Simón: Fueron días placidos sin lugar a dudas, pero que exigían cambios para el territorio.

 

Andrés: Ellos eran gente importante, y muy ricos.

 

Simón: Simón, Simón. Recuerdo lo inquieto que era. Siempre corriendo de allá para acá. No se quedaba tranquilo un momento. Pobre familia.

 

Andrés: Con el tiempo, por lo duro que le tocó, fue aquietándose. Lo conocí en su adolescencia, la época en que se la pasaba pensativo bajo un árbol.

 

Simón: Fuerte. Llegó un momento en que a su madre no le quedó otra opción que dárselo a un hermano para que lo criara, ya que estaba enferma.

 

Andrés: Si, y su tío decidió que siguiera los pasos del papá como militar, internándolo en un Batallón y se graduó de Teniente apenas adolescente.

 

Simón: Era extraño verlo caminando por las calles de Caracas, vestido de Oficial con solo dieciséis años.

 

Andrés: De ahí viajó a Madrid. Un oficial joven, adinerado y de grandes apellidos. Allá se la pasaba entre fiestas y reuniones con la sociedad cortesana.

 

Simón: Fue la época en que conoció a María Teresa.

 

Andrés: Un amor a primera vista, pero fugaz.

 

Simón: De inmediato el matrimonio, y al poco tiempo viudo, lo que lo volvió muy melancólico.

 

Andrés: Un vacío emocional para siempre. Nunca fue el mismo, y aunque luego tuvo muchos amores, no lo superó. Se hizo más reflexivo.

 

Simón: Ya pensaba en política. De nuevo viajo a Europa y nos reencontramos. Recorrimos Francia e Italia, donde vimos grandes cambios sociales.

 

Andrés: Muchas experiencias contigo como guía, y al regresar a Venezuela, se incorporó a los grupos que estaban descontentos con la dependencia colonial.

 

Simón: Claro, la llamada Conspiración de los Mantuanos.

 

Andrés: Es que tu tocayo Simón paso por tantas cosas que lo hicieron madurar muy joven.

 

Simón: Andrés, en ese tiempo tú estabas en Caracas, y formaste parte del movimiento que se formaba.

 

Andrés: Si, en 1810 estalló la insurrección. Y viajamos a Londres juntos a buscar apoyo para la lucha, Él regresó pronto para liderar la guerra junto a Miranda,

 

Simón: Luego de liberar a Venezuela, salió a concluir la liberación de Ecuador, Perú y la naciente Bolivia. Y me nombró Ministro de Educación de Perú.

 

Andrés: Debe haberte costado, ya que no te gustan esos cargos,.

 

Simón: Pues él era el Presidente, y como me negaba yo a darle mi colaboración.

 

Andrés: Pensar que ese joven al que educábamos, seria decisivo en la construcción de las repúblicas de América del Sur.

 

Simón: Pero su gran sueño fue la Gran Colombia. Y como sueño al fin, muy corto.

 

Andrés: Y su disolución, un golpe duro.

 

Simón: Doloroso, y frustrante; el verse incomprendido. Si bien tenia tuberculosis, por tantos fríos parameros, el fracaso grancolombiano, le aceleró su deterioro.

 

Andrés: Irónico que él y la Gran Colombia  fenecieran el mismo año de 1830.

 

Simón: Y de inmediato lo borraron del todo en Venezuela, prohibiendo su imagen y sus ideas. Pero algún día, nuevamente será reconocido lo que fue: El Libertador.

 

Andrés: Mira, sintámonos orgullosos de que fue nuestro amigo, y que fuimos parte fundamental de su pensamiento, al motivarlo a la lectura y al conocimiento.

 

Simón: Tienes razón. Pero me tengo que ir. Mañana viajo temprano, Cuando regrese te visito con más calma y recordamos viejos tiempos. Hasta luego Andrés.

 

Andrés: Hasta pronto Samuel Robinson. Regresa cuando quieras, que las puertas de esta vieja casa siempre las conseguirás abiertas. Que te vaya bien.

 

Narrador: Se despidieron sonrientes, con un fraternal abrazo, entre la nostalgia fraterna y los recuerdos del pasado. Y esa fue la última vez, que los dos viejos maestros se vieron. Simón Rodríguez regresó directamente desde el puerto de Valparaiso a Lima, pero jamás regreso a Chile.

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